miércoles, 26 de diciembre de 2007

¿Volver al futuro IV? ( segunda parte)


...Centré la atención en la vitrina llena de trofeos porque de repente se iba encendiendo, se iba transformando en un poderoso imán que me retenía, perplejo. Casi instantáneamente entendí el por qué de aquello: un jugadorcito de bronce en su típica postura shoteadora, con el pie derecho echado hacia atrás, posado en lo más alto de una copa ganada en el año 1925, se empezó a mover, y con su mano izquierda en lo alto me saludó, y de inmediato comenzó a hacer jueguito con la pelotita de metal que tenía a los pies. En un primer momento, no creí que pudiera ser verdad, y me restregué los ojos desconfiado. Simultáneamente, el jugadorcito creó una aureola que lo desprendió, lo empezó a elevar del trofeo, y a partir de esto comenzó a proyectarse hacia adelante. A la vez, que hacía este movimiento evolutivo, iba tomando progresivamente la forma de un ser humano de tamaño natural; siendo la transformación que se operaba en él, desde su antigua constitución original de bronce hacia una complexión de fluidos rojizos transparentes, mientras su volumen burbujeaba con luminosidad. A todo esto, no dejaba de hacer jueguito con el fútbol, que ya no era de bronce, sino que se había ido transformando en la antigua pelota Nº 5 de cuero de gajos amarillos.

Las intermitencias de los destellos de luz que rodeaban al jugador increíble, fueron formando otro gran halo incandescente alrededor del primer círculo luminoso. La aureola fugaz se fue volviendo gradualmente en un símil al de las mangas inflables que conectan los vestuarios con los campos de juego actuales, pero resplandeciente. Desde el interior de la boca se escucharon las HURRAS, fueron brotando, al compás incesante del aliento de las muchedumbres superpuestas que no dejaban de alentar ni un instante. Mientras fueron apareciendo otros seres en el hall de la sede social, también constituidos de reflejos y de una transparencia líquida que tomaban volumen, forma humana. La metamorfosis de aquellos seres, similar a la que había realizado el primer jugadorcito de bronce, me precipitaba a pensar que provenían desde alguna otra dimensión (sólo yo puedo saber esto con certeza, desde aquí, ahora...). Ingresaron en fila india a una cancha figurada que era el hall central de la administración. El ingreso iba acompañado de un pique corto, hecho por cada uno, con el musitar de unas palabras, el santiguarse de la mayoría, y la manifestación de algunos signos cabuleros. Casi todos me eran reconocibles, pues yo los había visto en las ediciones de archivo de El Gráfico, en revistas partidarias del Club, en crónicas periodísticas deportivas de diarios nacionales y de la zona sur. Eran hombres que pertenecían a las distintas épocas de la historia de nuestra Institución, y que en ese momento, al parecer, habían retornado del pasado. Atravesaron aquel espacio naturalmente ante mi. ¡Claro, cómo no iban a pasar naturalmente! Si tal vez habían habitado desde siempre en la sede social (la ingenuidad que uno tiene para contar la verdad de todo esto, es increíble, pero de alguna manera hay que rebuscársela, y hacerlo...). Algunos de ellos, que ya empezaban a ser bastantes, después de saludar con los brazos en alto a las multitudes, decidieron salir de la sede social a la calle Timote. Ante mi sorpresa, los jugadores de otras épocas traspasaron las puertas de vidrio, sin un rasguño para su reciente humanidad. Solamente hubo una repercusión insólita, fue un sonido seco, como si se descorchara una botella de champán, que repercutió en el recinto vacío. Lo que demostró palmariamente que podían desmaterializarse a voluntad (algo que voy entendiendo más, mientras cuento todo esto...). A algunos de aquellos jugadores, muy pocos, me costó reconocerlos, pero me di cuenta de que eran personajes importantes para la historia de nuestro Club por la expresión de grandeza y de modestia simultánea que transmitían en la mirada. Todos decidieron salir a la vereda, y se juntaron en la intersección de las calles Timote y Manuel Castro. Entonces, con un brazo extendido, y con su índice hacia delante, comenzaron a señalar, en un movimiento progresivo y alineado hacia la profundidad en fuga de Manuel Castro. Indicaban el sur exacto. En ese momento, creí entender que estos seres se orientarían siempre señalando hacia al polo sur, inaugurando de esta manera una nueva era de orientación. “¡Claro! Ellos se guiarían por vaya uno a saber qué parámetros de ubicación ininteligibles para un pobre mortal como yo”, me dije sorprendido..."

Jorge Suarez Armillei.

Fragmento del cuento ¿Volver al futuro IV? . Del libro Viaje al centro del Fútbol. Colección Libros Solidarios - Fundación PUPI- Editorial De los cuatro vientos . Año 2007.

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